Guillermo Silva: El mago del bosque urbano
Believe.Earth*
En Medellín, un hombre creó la Paca Digestora Silva, un sistema de prensado de residuos orgánicos que no produce malos olores ni contamina el suelo y el aire, como si fuera magia.
Hace cuarenta años Guillermo Silva Pérez entendió que la mejor forma de procesar residuos orgánicos se consigue prensándolos y caminando sobre ellos en pacas de un metro cúbico. Su inspiración fueron los bosques, donde se procesan a diario toneladas de residuos sin pudrición, como él mismo lo dice: ‘el bosque huele delicioso’. Así mismo funcionan sus Pacas digestoras Silva, donde se descomponen 500 kilogramos de residuos orgánicos de manera saludable.
‘Uno sabe que está suficientemente prensado cuando camina sobre los residuos y no entre los residuos’, dice, mientras marcha enérgicamente dentro de un cajón de madera reciclada donde había depositado hace un momento un bulto de cáscaras y residuos con olor a descomposición y dos carretadas de hierba y hojarasca.
Cuando se ha comprimido todo el material dentro del cajón, el ambiente cambia: el mal olor ha desaparecido y las dos carretadas de basura orgánica, han pasado de ser basura a hacer parte del jardín, como algo limpio y saludable. Esto es lo que Guillermo llama ‘la magia de la Paca digestora’.
Con la Paca digestora los residuos no se pudren, sino que se fermentan. Dentro de ella hay una presencia mínima de oxígeno debido al prensado del material orgánico, lo que permite el cultivo de microorganismos anaerobios e insectos recicladores que obtienen energía de los residuos y facilitan una descomposición sin contaminación. (¿Cómo hacer una Paca digestora? Te lo contamos aquí).
Una vida dedicada al reciclaje orgánico saludable
Guillermo Silva es un ciudadano de Medellín, Colombia, quien ha dedicado más de la mitad de sus 65 años al manejo saludable de residuos orgánicos. Su búsqueda comenzó en el año 1977, cuando en un vivero de árboles, vio la manera como un trabajador manipulaba una pila de residuos orgánicos. Con cada movimiento de la pala se levantaba el vapor de la podredumbre, en el que bailaban las moscas, mientras un recalentamiento sofocante se apoderaba del ambiente.
En ese momento, Silva decidió incorporar los residuos a su profesión de tecnólogo ambiental, que antes había enfocado al conocimiento y el cultivo del bosque nativo en Colombia. Su motivación: encontrar una alternativa limpia para el manejo de residuos orgánicos y de esa manera dignificar la labor de los recicladores orgánicos.
–Ayer estaba pensando, ¿Acaso yo escogí los residuos? No, ellos me escogieron a mí, porque yo había escogido el bosque. – recuerda.
Hoy Guillermo se encuentra en una antigua finca ubicada en el casco urbano de Medellín, con amplios jardines y una ecohuerta comunal. Ese es uno de los lugares donde promueve las Pacas digestoras Silva: hay más de treinta, filadas una tras otra haciendo parte del jardín.
Estas Pacas son cubos llenos de vida. En su superficie brota follaje verde y flores y en su interior viven centenares de insectos como larvas de cucarrones y lombrices que se encargan de descomponer el material orgánico. El olor a bosque que desprenden atraen a las personas a sentarse sobre ellas. Ningún visitante imagina que cada una está hecha de 500 kilogramos de residuos en descomposición: “La basura la tenemos en la cabeza. El problema no es si esto es basura o no, es si yo lo veo como basura”, dice Guillermo. Lo que para muchos es basura, aquí se ha convertido en un jardín orgánico saludable.
Con sus Pacas digestoras, Silva le dio una oportunidad de vida limpia a los recicladores y a los residuos y a la vez estas lo hacen ser quien hoy es, un promotor de reciclaje ecológico dignificante. Incluso la camiseta que lleva puesta es prueba de ello: tiene una ilustración de la Paca y una decena de bichos dibujados por niños y adultos. “Esta es una radiografía de la paca digestora”, cuenta con orgullo.
En medio del jardín, comienza una nueva paca. Toma un molde hecho de tablas de madera reciclada, unidas entre sí para asemejar medio cubo. No tiene base ni tapa, solo cuatro tableros laterales de un metro de ancho por cuarenta centímetros de alto. Lo pone en el suelo, y la magia comienza.
―Esto es imposible de hacer en cualquier otro reciclaje distinto de la Paca digestora –dice, mientras tiende una capa de palos y residuos leñosos en la base del cajón. ―En la propuesta de oxigenar residuos hay que picar todo para poder voltearlos, en cambio aquí los ponemos enteros y el mojojoy, que son larvas de escarabajos, se los comen.
La función de estos palos es conectar un poco la paca con el suelo, el cual le aporta bacterias, hongos y bichos a la Paca; y al mismo tiempo, cuando el suelo está muy húmedo, aísla la Paca para evitar la pudrición por exceso de agua.
Para Guillermo esta es una pasión de corazón y tiempo completo. No se casó y no tiene hijos; nunca los deseó, pues a su modo de ver hay suficiente gente en el planeta y, además, cuenta con gracia, “la mujer que se case conmigo tiene que estar loca y con una loca no me caso”.
A la vez para él, las Pacas digestoras Silva son la forma como las personas deben asumir su responsabilidad frente a los residuos orgánicos que producen a diario.
No necesitamos ecologismo para salvar el planeta, necesitamos ecologismo para salvarnos nosotros, de nuestra propia contaminación. Necesitamos salvarnos, porque nos estamos sepultando en basura. Guillermo Silva Pérez.
―El oficio de los promotores de la Fundación Cultivos de Amor, que también trabajan en esta eco huerta, no es procesar residuos, es enseñarle a la gente a hacerlo- dice Guillermo, mientras toma una carreta rebosada de hojarasca y hierba, y la vacía dentro del cajón. Luego, con ayuda de un palín hoyador, acomoda los residuos y les da forma de nido, cóncava en el centro, para poner allí los residuos de cocina. Mientras lo hace, continúa su historia.
Entre sus primeros hallazgos, encontró: ‘El ambiente sano es un derecho humano’, aprobado por la Conferencia del Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, 1972, por las Naciones Unidas. Esto le ayudó a evidenciar que las técnicas implementadas hasta el momento para el procesamiento de residuos orgánicos, como el reciclaje oxigenado que había visto en el año 1977, no eran consecuentes con ese derecho.
En 1978, comenzó a reciclar residuos orgánicos en pilas estáticas, en Valledupar, ciudad en el norte de Colombia. -Allí los residuos apilados ocasionalmente presentaban olor a descomposición y se me ocurrió caminar sobre las pilas, y el mal olor desapareció como magia’- recuerda.
Guillermo ya tenía una primera pista, y las demás fueron llegando con el tiempo. Ocho años después, en un libro de agricultura orgánica de John Jeavons de 1974, halló: ‘El mejor abono orgánico se hace en pilas de metro cubico’. Esta frase lo transportó a su adolescencia, cuando conoció una canastilla de varas de un metro cubico en la huerta orgánica de Doña Carolina Evans, quien apilaba allí sus residuos de cocina y huerta, sin volteo, ni contaminación.
Silva comenzó a integrar la canastilla de metro cúbico de residuos con el prensado de residuos y en el año 1989 logró conformar la primera Paca digestora Silva de residuos orgánicos.
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Una paca digestora fermenta como un barril de vino
Guillermo abre la tapa de una caneca azul que había cargado al hombro desde su casa a la ecohuerta. Se levanta un olor que reúne una mezcla de frutas y vinagre. Son los residuos que produjo en su cocina durante una semana. Los vierte dentro del nido de hierba que ya había formado en la Paca, vuelve a echar otra carretada de residuos de jardín dentro del molde de madera y los prensa para bloquear la pudrición.
― ¿Dónde me busco una prensa? -pensaba Silva- Empecé a buscar prensas y me encontré la más fabulosa del mundo, la prensa de las uvas. Y esta prensa funciona con dos pistones- dice, mientras baja la mirada hacia sus pies y comienza a marchar sobre la cobertura de hierba y hojas. – Es una alternativa primitiva, pero eficiente, 500 kilogramos por metro cúbico no es poco. – dice.
El descubrimiento lo complementó con un molde desarmable de madera para depositar los residuos de cocina y de jardín y facilitar el prensado. “En una prensa de uvas se saca el jugo y se echa en un barril, en la prensa de Pacas digestoras Silva, es equivalente a construir el barril y los jugos se atrapan entre los residuos de jardín”, dice.
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Lo que no enseñan los libros
No han sido pocos los que han rechazado su proyecto. En 1997, cuando comenzó la promoción de la Paca digestora en un proyecto agroecológico, sus compañeros de trabajo vieron cómo había apilado y prensado varias toneladas de residuos, sin producir ningún olor. Las reacciones no se hicieron esperar: “De allá me echaron por violar la norma de voltear residuos. Traté de explicarles, pero yo tampoco sabía qué pasaba allí, lo más importante para mí, sabía que era limpio y para mí eso era suficiente”.
En esta técnica son pocos los artículos científicos y estudios que verifican sus bondades y aun no se publican. Los sentidos son los verdaderos verificadores de este proceso. –Es lamentable que los profesionales en residuos insistan en la oxigenación de residuos, un proceso contaminante e inhumano y que desconozcan el reciclaje limpio de la naturaleza. -dice Silva
― ¿Qué hace nuestra educación que bloqueó la capacidad de observación? -pregunta Guillermo. ― Los profesionales de residuos no entienden de nada que sea observar, necesitan un libro. Bien dicen los indígenas Arhuacos y Koguis de la Sierra Nevada de Santa Marta: ‘La Madre nos dejó a nosotros conocimiento y memoria, y al civilizado le dejó un librito’.
Esta es una de las razones por las que en estos años no ha tenido apoyo de ninguna autoridad en Colombia, según cuenta. Sin embargo, de boca en boca el apoyo ha llegado multiplicado por parte de ciudadanos. Hace cerca más de un año, una de sus sobrinas le abrió un perfil en Facebook y por esa vía intercambia mensajes con personas interesadas en las Pacas digestoras Silva, quienes las han comenzado a implementar en varias ciudades de Colombia, y en otros países.
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Toneladas de residuos con cero emisiones al ambiente
En una paca digestora de un metro cúbico, se logra procesar media tonelada de residuos orgánicos. Esta se arma con cerca de 250 kilogramos de residuos de cocina (cáscaras de frutas y verduras y huevos, residuos cárnicos, semillas) y estiércol animal y 250 kilogramos de residuos de jardín (hierba, hojarasca y ramas,)
Esa media tonelada de residuos se transforma en seis meses en 150 kilogramos de abono orgánico, como el del bosque. Lo demás se habrá transformado en gas carbónico en el aire, el cual es nuevamente asimilado por las plantas y lo transforman en oxígeno y carbohidratos. Con ella, explica, se evita la emisión de gases contaminantes a la atmósfera como metano, amoníaco y ácido sulfhídrico.
―El metro cubico de residuos orgánicos es la fórmula para no producir metano ni amoniaco –dice Silva. Explica que el metano no llega a formarse porque el alcohol y el vinagre que se produce dentro de la paca digestora se evaporan; y el amoniaco, generado en otros procesos por el recalentamiento de los residuos, tampoco se da porque el volumen pequeño de la paca digestora no alcanza altas temperaturas. “Su máxima temperatura es sesenta grados centígrados y no dura más de un día”, asegura.
Por otro lado, continúa Silva, “el ácido sulfhídrico, más conocido gas de alcantarilla, necesita materia orgánica saturada de agua para producirse. En una paca digestora nunca hay mucha agua por estar prensada, entonces no se produce tal gas”.
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Las pacas ya son un movimiento en el mundo
Guillermo Silva logró el primer proyecto significativo con Pacas digestoras con el colegio Conquistadores, de la ciudad de Medellín, en el año 2008. A partir de ese momento la propuesta educativa comenzó a difundirse por todo el país, en incluso a nivel internacional. Silva ha logrado enamorar a otros ciudadanos del reciclaje orgánico saludable, y ellos han llevado las Pacas digestoras Silva a países como México, España, Argentina y Uruguay.
― ¿Nunca quiso patentar las pacas digestoras? –le pregunto.
―Patentar algo es para que uno pueda explotarlo con exclusividad, y a mí no me interesa montar un solo Basurero Limpio, sino que montemos miles de Basureros Limpios y de huertas en los parques de las ciudades.
Guillermo poda una de las pacas, a las que le han crecido ramas y hojas. Luego, de otra que ya tiene varios meses de fermentación, busca entre la tierra y encuentra un grupo de lombrices de distintos tamaños y las admira entre sus manos: “Mire estas, ¡qué lindas!”.
Este jardín de pacas de la Fundación Cultivos de Amor, entre los otros que ya hay en el mundo, tienen su origen en este hombre que todo lo ha logrado gracias a su dedicación y gran capacidad de asombro, esa con la que nacen todos los seres humanos, pero casi todos pierden al crecer.
Pero también, las Pacas digestoras se mantienen vivas, y cada día con más fuerza, gracias al movimiento de ‘paqueros’ que se está generando en el mundo. Cada ciudadano que cree en las Pacas digestoras Silva hace que ellas se reinventen cada día agregándole trucos y componentes nuevos, y esa es una de las cosas más valiosas para su gestor.
Por eso la historia de las Pacas digestoras Silva no tiene un punto final, “hay que acabarla de inventar”, como dice Guillermo, y quizá quien hoy lea esta historia también contribuya a hacerlo y a difundirlas.
* Perfil publicado en la plataforma de Believe.Earth, red global para fortalecer y conectar a habitantes del mundo que creen y traen soluciones para vivir en un mundo sostenible.