La huella de carbono que deja el turismo en el planeta
El turismo surgió en 1841, cuando un 5 de julio Thomas Cook trasladó a 500 personas en tren desde Leicester a Loughborough, ciudades de Inglaterra, hacia un congreso antialcoholismo [1]. Este es considerado el primer viaje organizado de la historia, el punto de partida para una industria de turismo que incrementa en un 4% cada año a nivel global.
En el mundo como lo conocemos hoy, las personas buscan, más que la adquisición de productos, la suma de experiencias: conocer nuevos lugares, ampliar su panorama del mundo, traspasar –y desdibujar– las fronteras nacionales y culturales.
Sin embargo, el aumento de los viajes hoy convierte al turismo global en uno de los grandes contribuyentes al cambio climático, con un aporte del 8% al total de emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta, de acuerdo con el artículo, The carbon footprint of global tourism, publicado en la revista Nature Climate Change (2018) [2].
De esta cifra, los viajes en avión representan el 12% de la huella de carbono generada por el turismo. El porcentaje restante incluye el carbono emitido durante todo el ciclo de vida de los recursos, bienes y servicios asociados a las actividades turísticas: la fabricación de alimentos y bebidas, las compras, la operación de hoteles y alojamientos, otros transportes a gasolina, el mantenimiento de la infraestructura, entre otros.
¿Quiénes son los mayores emisores de carbono? Si de encontrar al culpable se tratara, los primeros que habría que señalar serían los turistas de países de altos ingresos, o quienes visitan estos países. Estados Unidos encabeza la lista, seguido por China, Alemania e India. Estos turistas tienen una alta demanda de transporte, especialmente por aire; compras, restaurantes y alojamientos de lujo.
Una curiosidad es que los viajeros de países de altos ingresos como Canadá, Suiza, Holanda, Dinamarca, Noruega, aumentan su huella de carbono al viajar por otros países que la que emiten en su propio país.
Los mayores afectados por el turismo masivo y desbordado son, en definitiva, las islas pequeñas y paradisíacas. Los turistas van en busca de ellas como el alquimista busca la piedra filosofal, pero lo cierto es que, como bien lo dice Caparrós, “ya hace tiempo que los lugares bellos de postal sólo se mantienen bellos de postal en las postales” [3]. En estas islas, el turismo internacional representa hasta el 80% de las emisiones, en gran parte por los largos viajes aéreos que implica llegar hasta ellas.
Que cada cual saque sus propias conclusiones, pero aquí dos datos curiosos para reflexionar: Estados Unidos, la fuente más importante de emisiones turísticas, no apoya el Acuerdo de París para enfrentar el cambio climático.
Por otro lado, las emisiones del transporte aéreo y marítimo internacional, unas de las mayores contribuyentes a la huella de carbono del turismo, están excluidas del Acuerdo de París, por lo que no tienen un objetivo de reducción vinculante.
¿Podrá nuestro impulso de viajar ir alineado con la necesidad de frenar la huella de carbono generada por el turismo? El mundo requiere de medidas que se muevan más rápido que los 1.322 millones de turistas que lo recorren cada año [4].
Fuentes:
Este artículo se basa en los resultados de la publicación The carbon footprint of global tourism, publicada en la revista Nature Climate Change (2018).
[1] MINCIT . (2018). Breve historia del turismo. Obtenido de Mincomercio, Industria y Turismo: http://www.mincit.gov.co/kids/publicaciones/29769/breve_historia_del_turismo
[2] Lenzen, M., Sun, Y., Faturay, F., Ting, T., Geschke, A., & Malik, A. (Junio de 2018). The carbon footprint of global tourism. Nature Climate Change, 8, 522-528.
[3] Caparrós, M. (2010). Contra el cambio. Barcelona: Anagrama.
[4] Flightradar24. (2018). Statistics. Obtenido de Flightradar24: https://www.flightradar24.com/data/statistics