Recorre todos los océanos con su caparazón como equipaje. Si la caná fuera humana, sería una trotamundos reconocida con millones de seguidores en Instagram.
Pero esta tortuga, la más grande del mundo y en vía de extinción, también es fiel a sus tradiciones: después de años de viaje, regresa al lugar donde nació para poner sus huevos. En Colombia, la costa atlántica del Chocó es uno de ellos.
Nada alumbra en Playona en las noches excepto la luna, las estrellas, las linternas y algunos bombillos -si hay gasolina-. En la oscuridad, varias tortugas caná comienzan a salir del mar. Aletazo tras aletazo reaprenden a caminar en la tierra firme, y a mover sus 600 kilos de peso sin ayuda de las corrientes marinas.
Cuando dan las 8 de la noche, seis voluntarios salimos en dos grupos del campamento de investigadores locales de Acandí, Chocó a buscar tortugas en los tres kilómetros de arena más suave de la playa.
Después de una hora de patrullaje, Manuel, el líder del grupo, interrumpe la charla “¡shhh!”. Escuchamos una respiración al frente. Apuntamos con la linterna y vemos una tortuga que nos supera a todos en tamaño -2 metros de largo-, con un caparazón del que resaltan líneas y se asemeja al cuero.
No parece importarle el encuentro. Comienza a excavar un hoyo con sus aletas traseras y lanza arena a nuestros ojos. En él ponemos una bolsa plástica y comienzan a caer uno, tres, siete, diez, y una cantidad más de huevos blancos, blandos y redondos de la que perdemos la cuenta.
Retiramos la bolsa y nos vamos con sus huevos. No estamos seguros de si se ha dado cuenta, pero la tortuga madre se asegura de volver a poner la arena en su lugar antes de adentrarse en el mar, a nadar el mundo.
Llegamos a un corral cerca al campamento. Lo llaman ‘El vivero’. Allí se encuentran varios nidos de huevos de tortuga, con un montículo de arena sobre cada uno, y al fondo, una hilera de hoyos vacíos. Depositamos todos los huevos, 105 en total. De más de la mitad saldrán en dos meses tortugas; los demás –infértiles- les darán calor y ayudarán a confundir a los depredadores locales, perros y humanos.
Con las primeras luces violeta y rosadas en el cielo, uno de los montículos de arena del vivero se ha vuelto una pirámide de tortugas del tamaño de un dedo con los ojos cerrados y las aletas inquietas. Del hoyo se levanta un olor a ocho docenas de huevo en descomposición.
Las liberamos en la orilla. Guiadas por el instinto, se impulsan hacia el mar donde se enfrentarán a la ley del más fuerte. Sólo una entre mil llegará a la edad adulta y dará, como su madre, la vuelta al mundo. Un día también volverá a esta playa, que en 2013 fue declarada como santuario de conservación, a poner sus huevos. Y continuará el ciclo de la vida.
La colosal caná
La tortuga caná -también conocida como laúd o baula- es la tortuga viviente más grande del mundo. Aquí se compara su tamaño con el de un ser humano promedio y con una especia de tortuga que ha sido utilizada como mascota.
Rumbo a aguas cálidas
La tortuga caná es una especie migratoria que recorre todos los océanos desde su nacimiento.
Cada año, entre marzo y septiembre, las hembras llegan a las playas del Caribe y el oeste de África -en su mayoría- para dejar sus nidos. En el caso de los machos, una vez que nacen no vuelven a salir del mar.
Los puntos en verde señalan los principales lugares de anidación de la tortuga caná. La marcación en amarillo describe su hábitat.
Anidación en Colombia
Continúa el ciclo de la vida
La Playona, en la costa atlántica de Chocó, es el principal punto de anidación de la tortuga caná. Allí, el Grupo de Investigadores Locales de Acandí (GILA) y voluntarios se encargan de asegurar la reproducción de esta especie en vía de extinción. ¿Cómo lo hacen? Veámoslo aquí.
La conservación de la caná: esfuerzo de muchos
Entre marzo y agosto de cada año, el grupo GILA convoca a voluntarios que quieran sumarse a las Jornadas de Protección de la Tortuga Caná en La Playona, en el municipio de Acandí, Chocó.
En ellas, investigadores y voluntarios velan por el cuidado de los más de 300 nidos que dejan estas tortugas marinas a su paso por la playa.
En junio de 2013 estas cinco estudiantes universitarias de Medellín, Antioquia estuvieron en La Playona entre una y dos semanas e hicieron parte de las Jornadas. Cuatro de ellas cuentan su experiencia.