Redescubriendo nuestros ríos urbanos
En muchas de las historias de la formación de las ciudades hay un río como eje fundamental para el desarrollo de las actividades humanas. En nuestra historia, se llama la cuenca del Río Aburrá.
El Valle de Aburrá es un ejemplo de riqueza hídrica alrededor de la cual se han concentrado el desarrollo industrial y urbano en el tiempo. Muchos de nosotros lastimosamente no crecimos con ríos en nuestra ciudad, sino con canales. Es difícil imaginar que en el pasado fueron corrientes con vida, hábitat de peces y plantas, y que podían convivir con los pobladores cercanos para proporcionarles alimento y un espacio de sosiego.
Con el crecimiento urbano aumenta la explotación y modificación de las condiciones naturales de las corrientes de agua, superando incluso su capacidad. Agotado, al caudal se le dificulta proveer los mismos beneficios a los habitantes de sus alrededores y comienza a perder valor para ellos. Es olvidado, y luego enterrado; sobre sus restos se hace espacio para más construcciones y más vías.
En los últimos años se ha presentado un crecimiento descontrolado hacia las laderas en el área Metropolitana. Se levantan construcciones abismales en zonas de alto riesgo o se invaden suelos, los espacios verdes minimizan y se sustituyen por superficies impermeables. Con ello, se construyen más canales y se contaminan más fuentes hídricas.
Los ríos urbanos que se canalizan son más propensos a convertirse en un colector más del sistema de transporte de aguas residuales y en consecuencia, se reduce a cero la posibilidad de que se reconozca su valor ecológico, estético y de entretenimiento [1].
Como “La Playa” se le conocía también al recorrido de la quebrada Santa Elena, la cual dejaba a su paso cúmulos de arena húmeda. En el año 1940 se finalizó la intervención de la quebrada la cual hasta hoy sigue corriendo sepultada bajo la importante avenida la “Playa”, esperando algún día volver a ser parte de nuestro paisaje urbano.
Medellín cuenta con cerca de 4175 quebradas que recorren aproximadamente 1891 km –distancia que equivale a más de dos viajes de ida y vuelta en carro a Bogotá desde Medellín-. El 19.5% de ellas se encuentran en zona urbana y de este porcentaje apenas un 7% se encuentra en estado natural.
Entre los años 2004 y 2012 se incluyeron las quebradas como prioridad en los planes de desarrollo de la administración pública. En esa época surgió el proyecto de parques lineales, que buscaba fomentar los espacios públicos verdes habitables y mejorar la conectividad longitudinal y lateral de las quebradas.
Si bien los parques lineales fueron un buen comienzo, el proceso de rescatar los recursos hídricos de la ciudad no ha tenido continuación, e incluso se puede hablar más bien de un continuo retroceso. Con el paso del tiempo algunos de los parques se han asociado a espacios descuidados, inseguros e insalubres que deben ser de nuevo mejorados para la ciudadanía y con un enfoque ecológico por su alto potencial de conectividad para aves y mamíferos del Área Metropolitana [2].
Tampoco hay proyectos futuros que impulsen la protección o restauración de nuestros ríos urbanos y cada vez son menos los espacios en la ciudad donde se pueda tener contacto con la naturaleza.
Como afirma Giraldo Morales en el libro “Elementos naturales del paisaje urbano”, la calidad de vida depende en buena medida de la sustentabilidad de la ciudad. La sustentabilidad, sin embargo, va más allá de simple jardinería. Es un equilibrio entre el mundo artificial del hábitat urbano y el mundo natural.
Para lograr esto, ha surgido una nueva forma de ingeniería fluvial, opuesta a la clásica intervención completa de los cuerpos de agua (canalizaciones, tuberías, box culverts, etc) que aún no resuelve los problemas de inundaciones e infiltraciones. Esta nueva corriente de ingeniería se dedica a la rehabilitación o restauración de los ríos, esto significa, devolver a las corrientes de agua sus formas naturales (o cercanas a las naturales) y con ello reducir el riesgo hidráulico, mejorar sus aspectos ecológicos, disminuir costos de mantenimiento e intervenciones, y rescatar un elemento cultural que represente bienestar para los ciudadanos.
Para ser una ciudad sostenible, las administraciones públicas deben incluir la prevención y corrección de la pérdida de la conectividad ecológica en las políticas públicas, en la planificación del territorio y en la toma de decisiones [3]. No es tarde para empezar a redescubrir el valor de nuestros ríos urbanos y recuperar espacios de esparcimiento, crear corredores urbanos ecológicos que permitan que especies de flora y fauna tengan un hábitat conectado en la zona urbana y en la rural.
Fuentes:
[1] Franco Idárraga, F. L. (2010). URBAN RIVER RESTORATION IN COLOMBIA viewed as whole in order to reduce hydraulic risk and pollution. Milán: Politécnico de Milán.
[2] Ortiz Agudelo, P. A. (2014). Los parques lineales como estrategia de recuperación ambiental y mejoramiento urbanístico de las quebradas en la ciudad de Medellín: estudio de caso parque lineal La Presidenta y parque lineal La Ana Díaz. Medellín: Universidad Nacional de Colombia.
[3] Giraldo Morales, L. P. (2016). Elementos naturales del paisaje urbano. En A. d. Medellín, Medellín en perspectiva de paisaje (págs. 49-54). Medellín: Fondo Editorial ITM.