Agroecología: una apuesta por el cultivo sano y el poder de la mujer campesina
Crónica de viaje por las fincas agroecológicas de mujeres campesinas del corregimiento San Cristóbal, Medellín
Es domingo y, a pesar del cansancio semanal, nos levantamos con el sol para hacer lo que nos parece un recorrido intrigante hacia la ciudad rural. Seguramente tenemos muchas preguntas acerca de lo que puede encontrarse en lo alto de aquellas montañas que siguen perteneciendo a Medellín, pero que sustentan otro mundo paralelo a la selva de cemento en la que vivimos, el campesino. No hace falta sino llegar a la cabecera del corregimiento para percibir el olor de la tierra: cultivos, plantas silvestres, árboles frutales, flores. El camino se torna entonces aventura y se perciben gestos alegres, algunos aún adormecidos, a lo largo del trayecto. (Te invitamos a nuestro curso de huertas agroecológicas de San Cristóbal este 29 de abril aquí).

Foto: Juan José Escobar Gil
En lo alto de San José de la Montaña
Desde la plaza de San Cristóbal, dos buses nos transportan hacia lo alto de la vereda. Allí nos esperan Nelly y Carmen, las mujeres campesinas que nos acompañan en este día. Representan a la Asociación de Mujeres Campesinas Siemprevivas, una red que hace unos quince años lucha por su derecho a trabajar su tierra. En palabras de ellas, su asociación ha fortalecido sus sueños de autonomía, libertad e igualdad. Actualmente, un aproximado de veinte mujeres se reúne en torno a la agroecología como forma de vida y de sustento, que a la vez facilita la sana alimentación de algunas familias antioqueñas.
“Nosotras también podemos ser bancos de semillas”
Llegamos al calor del campo, la casa campesina, abierta y hospitalaria, que se engrandece para los cincuenta invitados. Huele a arepa de chócolo, chocolate, tierra y boñiga, se escucha el canto de las aves y el fluir del agua, mientras Tomás el perro sacude su cola prodigando cariños. Entonces comienza el ritual de la semilla. Las mujeres campesinas se presentan y nos invitan a ser “custodios” y replicadores de la vida a través de las semillas, las cuales garantizan la riqueza natural, propagan la cultura rural, afirman la libertad de los pueblos y protegen la tierra.

Foto: Juan José Escobar Gil
“Nosotras somos mujeres políticas”
Estas mujeres, autoproclamadas campesinas y políticas, se cuidan a sí mismas y a sus comunidades, a sus animales y a su tierra. Y, aunque afirman que no ha sido fácil debido al machismo, la discriminación y la estigmatización, ese camino arduo ha sido parte de un proceso de aprendizaje que trasciende la agricultura y pasa por temas de género, equidad y medio ambiente. La tierra, para ellas, otorga más que poder y libertad para cultivar, entrega alimentos para compartir, silencio para propagar la palabra, tiempo para pensar-se y espacio para transformar. La tierra es su punto de partida hacia una “lucha” por la vida, la igualdad, la libertad y la dignidad.
“El trabajo del campesino es duro, pero digno”
Nelly y Carmen nos presentan entonces la propuesta agroecológica que se materializa en sus fincas: conversamos sobre compostaje, cultivo, animales, alimentación, recursos, economía familiar, mercados campesinos, soberanía alimentaria, entre otros asuntos. En el recorrido por la huerta, nos hablan sobre la importancia del policultivo —diversidad que favorece la siembra—, la alelopatía —aprovechamiento de las relaciones benéficas entre las plantas—, los hidrolatos protectores o aguas florales de aromáticas, el colchón de “maleza” contra las plagas y el “descanso” de la tierra, medidas que buscan resguardar, fortalecer y beneficiar los cultivos. Con el deshidratador solar, por otro lado, nos enseñan a pulverizar ciertas plantas para consumirlas sin que se dañen, ya sea usándolas como sal de especias o para recetas caseras.
Conocimos su propuesta de compostaje y abono líquido, la cual ha tenido un efecto benéfico en sus cultivos, aporta nitrógeno al suelo, se comporta como fungicida y fertilizante. Este abono líquido se compone de estiércol, hojarasca, plantas aromáticas, tierra, roca fosfórica y diecinueve litros de agua. Además nos presentan el lombricultivo, compuesto por lombrices rojas que funcionan como máquinas procesadoras que convierten en abono orgánico los residuos orgánicos como cáscaras de frutas, verduras y huevos.
Su “resistencia”
Los mercados campesinos han permitido reducir la brecha que existe entre el campo y la ciudad, entre los campesinos y los compradores, además de que han facilitado el fortalecimiento de la soberanía alimentaria. Esta asociación de mujeres le ha apostado también a la agroecología como forma de sustento propio, comunal y hasta municipal. Su lucha ha implicado resistir ante las exigencias económicas desmedidas de los mediadores, proponer un menor costo para que los alimentos orgánicos sean más asequibles y hasta entregar las provisiones porque prefieren “regalarlas que botarlas”. Para ellas está claro que “no es lo mismo sembrar para tener dinero, que para alimentarnos y para alimentar a otros”.

Foto: Juan José Escobar Gil
“Nos decían que estábamos locas; lo estamos, porque le apostamos a lo diferente”
En sus palabras, las de Nelly y Carmen, esa tierra que conocimos se convierte en un ser vivo más, un sistema que se regula a sí mismo y se fortalece en la diversidad: los seres humanos, los animales —como las gallinas y las vacas, además de Tomás, que se dispersan a lo largo y ancho del territorio—, las plantas y la tierra en una armoniosa existencia conjunta, que sustenta el ciclo de la vida, en el cual nada se desperdicia y todo se multiplica.
Los productos de su huerta nos alimentan tanto como sus palabras. Nos sentamos al pie de la sede de la Asociación de las Siemprevivas para disfrutar de un almuerzo para todos los gustos: pollo o croqueta de lentejas, arroz, jugo y una variedad colorida de verduras. Así termina nuestra visita, pero nos vamos conscientes de la importancia de conocer desde su voz la realidad de las mujeres campesinas de San Cristóbal. Nos queda resonando la invitación a reflexionar sobre nuestro papel como consumidores: dónde, cómo, qué y a quién le compramos. Esperamos que haya más ocasiones para seguir caminando entre preguntas.

Foto: Manuela Gómez W.
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